Sábado por la tarde, ciudad en llamas, telefono:
—Hola nene, ¿En qué andás? Yo estoy acá en casa con M. ¿Querés venirte?
Era L. Una de esas niñas pequeñas con mucha sed de sexo sin compromiso. Muy linda, de muchas tetas y rubia cabellera.
Nos habiamos conocido unos meses atrás. Era verano y no teníamos muchas cosas para hacer más que coger, escuchar musica, comer y coger de nuevo, claro está.
Las chicas muy acaloradas y con vestimenta tipica de verano me dan la bienvenida: Shorcito de jean y pollerita bien corta. Tragos van, tragos vienen, la temperatura baja por un lado, sube por el otro y todo se siente en el aire.
M. tiene la misma edad que L. pero unos cuantos kilometros mas de experiencia recorrida, y se le nota. Pelo cortito y muy oscuro, ojos marrones. Es hermosa y me mira con esa mirada de pendeja viciosa y muy puta.
Ponemos un poco de música y nos relajamos en el sillon gigante del living. Comenzamos a charlar, a ponernos cómodos y mientras una cosa lleva a la otra nos vamos encimando.
Todo empezó a tener más sentido cuando empezaron a besarse. Lo hacían con pasión y lujuria; desde mi perspectiva podía ver como sus lenguas se entrelazaban, como sus labios se fusionaban.
Mientras las miraba y me calentaba, M. pone su mano sobre mi pija. Estaba muy dura y ella claramente lo notó.
Dejaron de besarse y me miraron, la cara me delataba, moría de excitación. Comenzaron por sacarme la musculosa, y yo sus remeras. Nuestras lenguas comenzaron a recorrer los cuerpos, desde la nuca, las bocas... bajando por nuestros torsos hasta llegar a nuestras entrepiernas. M. se quitaba su short, quedandose solamente con ese hilo que cubría su sexo mientras yo le sacaba la bombacha a L., dejándole esa pollerita corta que tanto me calentaba. Se la levanté y la puse en cuatro, con la cara en el respaldo del sillón. Me arrodille en el piso y mi cara se encontró con su concha toda mojada, empecé a chuparla, a cogerla con la lengua. Ella gritaba mucho, mordía el sillón. M. nos miraba y se pajeaba ya toda desnuda.
La temperatura del ambiente empezaba a rondar su punto de ebullición. M. estirada en el sillón con las piernas abiertas empezaba a demandar un poco de atención. Nos acercamos y L. comenzó a chuparle la concha, a esta altura toda hinchada mientras yo me paraba a su lado, a que M. me la chupara. ¡Y que bien lo hacía! Alternaba entre mi verga toda dura y mis huevos. Chupaba fuerte y rápido, la situación era perfecta. Ella no paraba de gritar y gemir por el sexo oral que le estaban dando, ni tampoco paraba de meterse mi verga en la boca y llenarsela de mis flujos y su saliva.
La situación era ideal, pero se volvió soñada cuando L decidió que quería tener algo contundente en su boca. Asi que ambas comenzaron a chuparmela, mientras sus dedos se llenaban de los flujos de su compañera. Estar sentado en el sillón comodamente, viendo como dos niñas me hacían gozar como pocas veces en mi vida, definitivamente no era lo que tenía pensado para ese sábado.
-Pongansé en cuatro pendejas.- les dije.
Y las dos bien sumisas dejaron de chupar y se subieron al sillon. Calladitas abrieron las piernas para que me las coja. Empecé por L., que tenia ese culito hermoso apuntandome. Se la meti de una, sin preambulos. Un grito largo y placentero salió de su boca, pero M. supo callarla besandola y apretándole las tetas, asi que todo quedaba en silencio. Solo podía oirse mi cuerpo rebotando contra el de ella y la agitada respiración de los tres.
-¿Y a mí no me cogés?. Suplicó M.
-A vos te espera lo mejor, pendeja puta- Repliqué
Y tomándola por las caderas, apoyé mi pija toda mojada en la puerta de su culo. Su respiración se hizo mucho más agitada, sus piernas se separaron un poco más y mi pene entró muy suavemente por su culo todo abierto y expectante. L. se sentó en el respaldo del sillón, y le dijo a M. que era su turno para chuparle todos sus jugos. Asi que acomodó sus piernas de tal manera que su amiga tenga una comoda posición para hacer su trabajo. Nos mantuvimos en esa posición por un rato, nadie parecía quejarse, hasta que M. apretó lo que tenía al alcance de su mano y pidió que la coja más fuerte. No sabía lo que le esperaba...
Así fue. No emitío ni un sonido, escupió la concha que tenía enfrente y siguió chupando cada vez más y más rapido. L. no podía parar de gritar, se tocaba mientras le pasaban la lengua por su húmeda vagina.
Comencé a alternar entre ese culo perfecto que tenía adelante, y esa concha hinchada que pedía que no la dejen de lado. La agarré a M. del pelo, puse su espalda contra mi pecho y por unos segundos, entré en un frenesí de lujuría sin control. No podía sentir otra cosa que no sea placer en extremo. Le pregunté a M. si le gustaría que le acabe todo el culo, pero sin responder se bajó del sillón, se arrodillo en el piso y junto con L. comenzaron una vez mas a chupar; una los huevos, otra la pija.
Acabé y toda mi leche quedó en sus caras. Caí rendido en un sillón con las fuerzas necesarias apenas para comenzar a vestirme.
¿Ellas? No lo sé la verdad, mientras cerraba la puerta de calle, lo único que pude escuchar fue a L. diciendo "¿Tenes idea que estará haciendo Pablo a esta hora?"
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