martes, 27 de julio de 2010

Amaneciendo mía.

Es difícil de describir el stress que genera despertarse pensando en lo que nos espera en nuestro día laboral. O amanecer con la idea fija, visualizando esa pila de libros que aguardan por nuestros ojos para esclavizarlos rotundamente.
Escabullirme entre las sábanas con los ojos aún cerrados, buscando la humedad de tu sexo, para así, acariciarte y despertarte con mi lengua y mis dedos entre tus labios rosados, sin lugar a dudas es la mejor solución a esa rutina que nos castiga.
Mis oídos se complacen en recibir junto a los rayos del amanecer, esa mezcla de gemidos y desperezamientos matutinos que me regalas.
Mis dedos te buscan y te encuentran. Mi lengua ya despierta tanto como vos, incursiona y empezas a gritar. Primero despacio hasta incrementar volumen. Me tomas del pelo suavemente pero con intensidad. Me acelero.
Me encanta el recorrido que hace mi lengua en vos. Sentir la textura de tu piel desde abajo, pasando por tu clitoris hasta llegar al comienzo de tu sexo me vuelve loco. Es obvio a esta altura.
El pináculo llega y me llenás la boca de vos. Te saboreo y me pedis que suba, que vuelva a la altura de las almohadas. Me besas y te das vuelta. Tu cuerpo me pide que me apoye sobre vos para así volvernos a dormir.
Por supuesto. Si. Llego tarde a donde sea que tenga que ir, pero mi día termina distinto cuando comienza de esa manera.



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lunes, 5 de julio de 2010

Sobre el cómo y un coma profundo.

“Me calienta la seguridad que tenés, cómo hacés de mí lo que querés; y, al mismo tiempo, cómo a veces te dedicás a darme placer delicadamente.

Me calienta muchísimo tu capacidad para disfrutar y tu desinhibición para expresarlo.

Me calientan mucho mucho tus besos cuando son así profundos y suaves a la vez, que me sacan el aire.

Me calienta mucho tu mirada de pajero cuando me ves retorcerme de placer.

Me calientan los movimientos firmes y fuertes, pero no bruscos. Que de repente, me agarres de la nuca y me comas la boca con ganas, pero sin desesperación... o que me agarres de la cintura y me pegues contra vos y tu pija dura.

Me calienta cuando me decís obscenidades mientras cogemos; no muchas, pero alguna de vez en cuando está bueno, despierta.

Me calienta cuando te la estoy chupando y me zamarreás con una furia que me da bronca, y se genera esa violencia sexual que nos vuelve locos.

Me calienta cuando me cogés en cuatro y me agarrás del pelo, y me mordés la espalda.

Me calienta cuando me hacés desearte, porque sé que la recompensa será satisfactoria.

Me calienta cuando me cogés con desesperación.

Me calienta tu cuerpo. Me calentás vos.

Vos. En mí.”



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