viernes, 30 de enero de 2009

Arriba, abajo, al centro y adentro.

Es muy placentero ir buscando la perspectiva desde donde poder apreciar mejor la cara y la forma en que se retuerce tu pareja. Desde arriba uno suele tener el control, un juego muy interesante sin lugar a dudas. Le lamía el cuello, las orejas. Le chupaba y le mordía los pezones. Que puta de mierda, como gritaba. Podía sentir como su entrepierna se mojaba, tomaba cada vez mas temperatura, se hinchaba.

La velocidad de los movimientos aumentaban pero yo seguía encima de ella y nuestras ropas impecables y bien puestas. En más de una ocasión intentó quitarme la remera, arrancarme el pantalón, pero fue la ropa de ella la que terminó destrozada en el piso de la habitación.

Ella gime y pone caras, me dice cosas al oido, quiere que la coja. Siempre quiere que la coja. Practicamente al mismo tiempo que le quitaba la última media, metía mi cabeza entre sus piernas. No le había metido ni un dedo cuando sus jugos llenaron mis labios, mi boca, mi cara. Puse sus piernas en mis hombros y me dediqué a darle la chupada de concha más violenta de su vida.

Completamente vestido ante su desnudez, mi cuerpo yacía agazapado entre sus piernas. Mi lengua danzaba recibiendo su calor y sus gritos sordos retumbaban en la modesta habitación. Mientras yo succionaba sus jugos, mi boca se llenaba de ese elixir. Desde abajo podía ver como ella se retorcía, como tomaba la almohada y la apretaba con los dientes. Como se sostenía del respaldo de la cama, como sus músculos se contraían en mi boca. Acabó en un gemido prolongado cuando le mordí suavemente el clitoris como a ella le gusta.

Me levanté y la dejé ahí, toda acabada, empapada en su placer. Fuí hasta la cocina, me senté, bebí y comí unos instantes. Volví a la habitación y ella seguía en la misma posición que la había dejado. Su cuerpo boca abajo y su culo diciéndome que no había sido suficiente.

Me desvestí lentamente y me acerqué. El calor seguía saliendo de su cuerpo. Me masturbé unos instantes y al ver los primeros rastros de mi humedad se la metí por el culo sin preámbulos. Si ella dormía o estaba despierta, poco me importaba. Pero el grito de placer que exclamó me hizo comprender que le gustaba y esperaba que me la cogiera más.

Se puso en cuatro y giró su cabeza para mirarme. La pija reposaba dura y erecta en ese culo estrecho. Empecé a cogerla mientras sostenía sus caderas. Ella callada, bien sumisa seguía el ritmo que yo imponía. Su culo empezaba a dilatarse mientras yo masturbaba su clítoris todo hinchado.

La tomé por los brazos y puse su espalda en mi pecho. Mientras la verga entraba profundamente, le susurré al oido unas palabras dulces. Le apreté las tetas y dió un pequeño grito que apenas fue percibido. La solté y el ritmo se intensificó. Mil bolas rebotaban contra su cuerpo que ya nada quería hacer, estaba ligado a mi intención, a mi deseo. Escupí su espalda y me dediqué a llenarle toda la piel con mi saliva. La apretaba, la masajeaba.

Yo callado desde el primer momento, me tomé mi tiempo para escuchar esos gritos que rebozaban de su boca. Finalmente me dediqué a darle las últimas arremetidas. Le llené el culo de leche en cuestión de segundos.

Me levanté de la cama y sin cruzar palabras, me fuí de la habitación.

Por un momento creí que le podría haber dado asco que le escupa la espalda, pero luego entendí que eso había sido el causante de una de las tantas acabadas por el culo que ella tuvo esa tarde.


~

domingo, 25 de enero de 2009

Cogerlas duro. (Reprise)


No siempre tenés que cogerla duro.
De hecho a veces es algo que no está bien hacer.
A veces tenés que hacerle el amor,

y hacerle unos mimos y cariños también.

A veces tenés que abrazarla dulcemente.

Y a veces tenés que pedir 'por favor'.

Y hay veces donde tenés que decir Hey,
te voy a coger suavemente.
Te voy a violar gentilmente.
Te voy a montar tiernamente
Y luego decis ¡Hey, te traje flores!

Tambien hay veces donde tenés que preguntarle
¿Cual es tu posición favorita?

Está bien, no es mi favorita
pero la podemos hacer igual.
¿Cual es tu comida favorita?
No voy a cocinar
pero podemos pedirla por teléfono.
Y luego te voy a amar completamente

Y luego te voy a coger suavemente.
Y luego te voy a cuidar incondicionalmente

Pero luego te voy a coger duro. Muy duro.


~

viernes, 23 de enero de 2009

Cogerlas duro.


Deberíamos hablar sobre cogerlas duro.
—¿Cogerlas duro?
Si, porque suelen quejarse a veces.
—A las mujeres realmente no les gusta que te las cojas duro.
—Siii, sentís que le estás dando un poco de jugo extra.
—No creo, a ellas no les interesa eso.
—Para mi les gusta que las lleven al límite.
—¿Sabés cómo hacer la prueba? Simplemente les decís "Andá arriba", hacé lo que vos quieras. Y a veces ella te va a estar cogiendo realmente duro. Y es como.. "¿Te gusta eso? ¿Enserio? Pará, andá más despacio, voy a acabar sino. Ahhhhhh, perdón, te dije. No debiste cogerme tan duro.


~

martes, 20 de enero de 2009

¿Ver o no ver? Ese es el dilema.

¿Cuantas veces les ha pasado de conocer a alguien a través del fabuloso ciber espacio que nos une a todos nosotros?

Comenzamos porque algo, sea lo que sea, nos llamó la atención. Pueden ser muchas cosas a esta altura: Un mail de alguien X que quiere conocernos, leer un blog, paginas de encuentros, lo que sea que nos guste de una persona puede ser una buena razón para buscar la atención de ella o él.

El asunto se pone interesante cuando superamos esa etapa de ver aquello que esa persona expone a todos y nos adentramos en situaciones más personales. En otras palabras, el CHAT.

Listo, tenemos la atención de esa persona. Entramos en una nueva etapa de la relación entre dos entes. Y de los mil y un aspectos que pueden ocurrir, hoy voy a hacer incapié en uno y solo uno: la foto.

Empezamos a conversar, un completo extraño del que solo conocemos unas pocas palabras que le dió al mundo en su última entrada de blog. Nada más. Intercambiamos una serie de datos y preguntas que nos ayudan a conocer un milimetro más de esa persona. "¿Y dónde vivís?" "Ah si, perfecto, con el 41 me bajó a 3 cuadras de tu casa, buenisimo" "¿Y qué hacés de tu vida?" "Mirá vos, ¿Sos fotografo? Que bien, me encanta posar para la cámara" Y así las horas pasan, unas tras otras, los datos se convierten en experiencias y las experiencias en planes de algún día conocerse.

Claro, lo que leemos en nuestro monitor nos fascina. Nuestra cabeza comienza a ser una pelicula de fotografías y perfectos diseños de la persona que nos gustaría que el otro sea. En el mejor de los casos, llegamos a calentarnos por algo que nos dice o nos cuenta; inclusive a esta altura tal vez la conversación ya haya pasado por vertiginosos roces en donde nos veiamos juntos teniendo sexo desenfrenado, sucio y sin amor, en el primer telo disponible de belgrano.

"Entonces... ¿Tenés planes para el viernes a la noche?" Listo, es una cita; el desconocido nos cae bien por lo que pudimos obtener de un teclado y una pantalla. Nos encanta la música que escucha, lo bien que habla de su vida y lo que hace y hasta sabe decirnos unas palabras para calentarnos. ¿Qué puede salir mal?

Mi pregunta entonces es: ¿Le pido una foto?. Todo podría desbarrancarse en cuestión de segundos o nuestro líbido podría incrementar exponencialmente al ver esa foto veraniega en "mardel" con las chicas. Si le pido una foto y es hermosa, sería lo mejor que me podría pasar. Pero ¿Mirá si es todo eso que no deseo en la imagen física de una mujer? Exactamente lo mismo pasa del otro lado. ¿Mirá si no le gusto? ¿Mirá si despues de pasarle la foto, al rato me dice que el perro se comió su tarea y se tiene que quedar haciéndola de nuevo? (Que bueno que tengo la autoestima alta y no suelo tener esa clase de miedos, jaja)

Todo este asunto tiene una resolución más que lógica. Agradesco a la secreta porteñita la cual una vez escribió algo interesantísimo sobre este tema y de lo cual hablaré muy brevemente aquí. Decía básicamente que la atracción entre dos personas no solo pasa por aquello que entra por sus ojos, sino también por aquello que tienen dentro de sus cabezas. Que una persona nos puede calentar por su forma de ser, de hablar, de moverse, por sus ideales; más que por esos ojos y ese cuerpo que nos vuelve locos.

Tiene que haber un balance en el asunto. A pesar de que en el caso de que esté vacío ese contenedor de ideas ó que sea una persona super culta e interesante pero no nos mueva ni un pelo esos granitos en la cara; siempre existe ese sexo de una noche donde al día siguiente nadie sabrá nada del otro . Pero si me preguntan a mi, no son los casos que más me agradan. Siempre voy a preferir buenas charlas a todo momento, al mismo nivel de importancia que el mismisimo sexo.

¿Entonces? ¿Le pedimos la foto o mejor dejar de lado eso y que sea lo que Buda quiera? ¿Ver o no ver? Ese es el dilema.


~

miércoles, 14 de enero de 2009

Placer en cuotas III - No hay moros en la costa.

Todo parecía estar dicho. Los gemidos no habían sido una ilusión sonora y su calentura había sido confesada. Seguimos hablando por chat luego de su visita. Ella seguía de novia. Pero el domingo la veía y era lo único que importaba.

Llegó a casa, se repitió la secuencia. La comodidad reinó una vez más, pero ella no dudo en tirarme todo lo que tenía rapidamente.

—Le corté —fue lo primero que me dijo.

—¿Cómo que le cortaste? ¿Qué pasó?

Y tras contarme resumidamente de como su relación tuvo un fin y como las cosas fueron cuesta abajo tras ciertos sucesos y secuencias, pasó lo inevitable: rostros enfrentados, cuerpos clamando el uno por el otro. Nos miramos por un rato largo. Nos besamos

Un beso sucedió al otro y mientras Los Beatles cantaban rodeándonos de su amor, el amor se volvió carne en nosotros y carne fuimos entrelazándonos en un velo de deseo, sexo y lujuría.

Sin ropa nos quedamos rápidamente, las intenciones eran muy claras. Sin vueltas, preámbulos o histeriqueos nos arrancamos todo... pero en mi casa mando yo.

La recosté comodamente en mi cama, almohada en cola y una buena vista de la situación para ella. Me recosté sobre ella y le apoyé mi sexo duro en su húmeda y para mi agradable sorpresa, depilada vagina. Ella me miraba a los ojos, callada.

Froté mi miembro sobre su clitoris hinchado por un rato largo, ella gemía y me apretaba. Clamaba por más, pero no, hoy no.

—No podés seguir haciendome esto, quiero que entres, ya.

—Lo siento, pero acá las órdenes las doy yo.— y me lancé sobre esa cuevita tan tentadora.

Esa conchita depilada, empapada e hinchada era mi perdición, yo lo sabía. Mi adicción se hizo presente una vez más, no pude con ella. Ella gritaba al compás de mi lengua bebiendo sus flujos. Le metía la lengua profundo, mientras con ambas manos le abría las piernas. Comía su clitoris como un chupetín, lo lamía, lo metía en mi boca, ella se agarraba de la cama, me tiraba del pelo.

Gritaba a los cuatro vientos esa tarde de domingo veraniego. Si una siesta era lo que estaban teniendo los vecinos, sueños eróticos y mojados era lo que les esperaba, sin lugar a duda. La muy puta no se privaba, gritaba como si mañana no existiese un nuevo amanecer.

Ahora quiero que me cojas. Por favor.— Y seguía gimiendo con la respiración entrecortada.

En silenció aumenté la velocidad de las arremetidas a su concha y le meti dos dedos. Mi lengua se entretenia con su clitoris y mis dedos exploraban esa zona tan empapada y florecida de placer. Ella gritaba, yo la escupia. Ella me tiraba del pelo, yo la mordía.

—Como te gusta, puta de mierda.

Lanzó un grito mudo seguido de un gran suspiro. Podía escuchar su respiración agitada por encima de la música que aún sonaba. La besé compartiéndole su propio cuerpo y al oido le susurré.

—Espero que esto sea suficiente para que vuelvas.

Esa semana nos vimos varias veces más. La siguente se repitió lo mismo, una y otra vez. Los encuentros se hicieron costumbre y nuestra relación avanzó.

—Como me calentaría que escribas sobre mí en tu blog. Quiero que cuentes como me cogés, como me hacés tu puta y lo bien que me la chupás. Quiero leer como te la chupo y como me la meto en tu boca hasta el fondo. Quiero leer tu blog y saber que soy yo a quien se la estás metiendo.

El placer a pesar de haber sido en cuotas, llegó finalmente. Y escondía a toda una perversa detrás. Justo conmigo se fue a encontrar, justo yo que odio todas esas perversiones y juegos. Yo no sé que son todas esas cosas. ¡Pero que bueno que existen!


~