lunes, 19 de diciembre de 2011

Los que quedan, si es que quedan.

No esperaba menos de vos sinceramente. Conversábamos en ese bar en microcentro hasta que simplemente me comiste la boca. El impacto y resultado fueron los esperados: química que arde por dentro y por fuera del cuerpo. La aceleración de la temperatura en ascenso como una ebullición prematura no se hizo esperar. Dos lenguas que se entienden como hermanos criados desde el nacimiento. Cuatro labios que saben bailar al compas de la curiosidad que los lleva a examinarse; suaves, húmedos, plenos en confianza y estupor.

Minutos después estábamos parados en el balcón fumando flores de nuestras bocas. Afuera era de noche y la noche estaba se mostraba predispuesta. Tu cintura contra la mía y nuestras bocas jugando como el pájaro que come de la flor más dulce, ese era el cuadro, así estábamos.

Te besaba el cuello. La gente hablaba alrededor nuestro. Estar en el extremo del balcón nos brindaba una perspectiva completamente cerrada. Nadie podía ver lo que sucedía entre tu cuerpo y el mío. El bullicio abundaba lo suficiente para ahogar tus gemidos mientras mi lengua ahondaba tus clavículas. Mis manos se deslizaban por tus tetas. Me lo pedías. Tu desesperación se podía oler y palpar. Me agarraste de la cintura y simplemente te clavaste en mí.

Mi pija se acomodó entre tus piernas. Gemías cada vez más fuerte, nadie podía oírte. Deslicé suavemente mi mano hasta llegar a tu cintura. Te miré a los ojos y te vi perdida, entregada y sin retorno. Metí mi mano hasta sentir toda tu humedad, nadie podía vernos.

Tu cuerpo, la coartada perfecta que encubría tu excitación. La punta de mi dedo jugaba con tu clítoris hinchado, luego descendía lo mínimo, hasta adentrarme para sentir tus flujos. Estabas empapada. Saqué mi mano unos momentos, tan solo para saborearte. Tu esencia en mi boca sabía a placer de mil manjares.

Pajearte teniendo varias personas hablando a menos de un metro de distancia, era algo sorprendentemente interesante. Te estremecías segundo a segundo mientras mis dientes se posaban en tus hombros, en tu cuello, en tus labios. Cada yema de mis dedos, descubría por primera vez tu concha virgen de mí, de mi enfermedad. Abusaba, hacía de vos y te volvías loca.

Acabaste gimiendo en mí oído y me susurraste tus urgentes ganas de chuparme la pija.

La noche apenas comenzaba. Unos segundos fueron suficientes para seguir ahí. Ella y yo ya estábamos arriba de un taxi camino a mi casa…


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martes, 8 de noviembre de 2011

Nuevo viejo día: reprise.

A colación de la entrada anterior...


desayuno: la comida más importante del día.


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martes, 11 de octubre de 2011

Nuevo viejo día.

Se hizo costumbre dormir desnudo. Haga frío o calor, debajo de las sábanas siempre la temperatura quema. Afuera la noche que duerme; adentro la tormenta que nace. Me despierto pegado a otro cuerpo y el mundo dormido, se revoluciona completamente. Las pupilas cerradas se dilatan en la oscuridad, calmas y algo tímidas. Te abrazo de costado y mi mano se posa sobre tu pecho izquierdo. Mi pelvis desnuda, se acomoda justo detrás de tu cadera sumisa. Apretas. Aprieto. La punta de mis dedos se deslizan a través de tu panza, de tu pupo, de tu cintura tan solo para llegar al núcleo que arde en este amanecer.

Late. Hay humedad. Rozo el capullo que recubre tu clítoris con mis dedos. Llego. Llego lentamente a lo profundo y suspiras pesadamente aún dormida. Nos apretamos más y nos movemos. Te tomas tu tiempo y te acomodas como te gusta. Tus suspiros transformaronse en gemidos. Uno atrás de otro son suscitados por mi cuerpo que te arremete con profunda lujuria. Un brazo detras de tu cuerpo y el otro por delante; mis dos manos te abrazan hasta apretar tus pechos respectivamente.

Te tocas. Te tocas mientras te cojo. Te cojo y vos te metes los dedos, la mano en la boca para luego llevarla a tu entrepierna que hierve con mi sexo dentro. Tus gemidos se transforman ahora en gritos. No hay música sonando pero vos sos una sinfonía. La ventana a la calle está cerrada. Afuera se oyen pájaros y martillos mientras adentro recitas los sonidos más animales que tu cuerpo puede producir una mañana como esta.

Me montas y ya no queda mucho más. Tu cara aún dormida me encuentra de frente y algo frenético a esta altura. Tus pechos ahora nítidos y bien dispuestos son mi primer plano. Tu cuerpo me abate y a mi poco me queda por hacer. Te moves y yo ya no estoy ahí. Tus manos se colocan en las mías, que a su vez, se colocan en tus caderas. Apretamos. En esta posición tocamos fondo y eso desdibuja tu cara. Tus ojos se pierden y salen de paseo. Tu boca no deja de cantar y la mía hace tus coros. Mi mirada se nubla y mi sexo se estremece. La explosicón es adentro y es afuera también. Apretas y aprieto. Apretas. Aprieto. Gritas; y yo con vos.



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viernes, 5 de agosto de 2011

Adicción.

Algo muy curioso me está pasando en los últimos días: no puedo dejar de tocarme la pija. Estoy en la computadora, y me toco. Estoy acostado por dormirme y me toco. Simplemente no me doy cuenta. Me toco sobre el pantalón, sobre el boxer. Me toco directamente la pija debajo de la ropa. Y muchas veces no me percato de esto. ¿Cuando es que caigo en esta realidad? Obviamente. Cuando me doy cuenta que estoy muy caliente y no entiendo por qué. Cuando la pija ya late de la temperatura, cuando las venas marcan una situacion irreversible, cuando lo unico que quiero es coger. Coger a la primera mina que se cruce.



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domingo, 17 de julio de 2011

Entre los muros.

Una fiesta. Ella y yo danzando entre lasers y luz negra. La música vibrando en cada parte del cuerpo. En el aire, humo por doquier. En sus labios y en los míos el porro se trasladaba penduleante. Ella y yo bailábamos. Sus caderas marcaban el ritmo a seguir bien de cerca. Entrelazados jugueteando inocentemente nos movíamos. Mi pierna entre sus piernas y ella ahora me baila encima. Se friega en mi, y apreto sus caderas. Su jean ajustado, termina por ebullir mi sexo. El pantalón se tiesa y una vez más nos estamos frotando. De arriba a abajo y de atrás hacia delante.

¿Se dará cuenta de lo dura que me puso la pija? No cabe duda que ya lo percibío. Su cadera y la mía se atraviesan de energía y lo único que quiero es atrincherarla en una cama y cogerla con el mismo ímpetu que ahora me pone el culo para que le apoye la pija a punto de quitarme la cordura.

No hay mucho más que pueda hacer realmente; me tiene. Lo único que pude atinar a decir fue: Hace mucho tiempo que, bailando con alguien, no se me pone la pija así de dura. Me miró algo desconcertada, entre flores y melodías añejas.

¿Cómo termino todo? Ella besuqueándose con unos cuantos y yo… yo escribiéndole las barbaridades más divinas que hubiera profesado en todo su cuerpo.



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lunes, 13 de junio de 2011

Confesión de un autor.

Mi blog era realmente más entretenido cuando era más bien un debate, un intercambio de palabras, de energía, no un monólogo con insentivo auto-renovable.

Por lo menos yo lo siento así. No sé que les pasa a los que leen.



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martes, 7 de junio de 2011

Amor sin rodeos.

¿La verdad? No sabía bien qué era lo que me andaba dando vueltas hace un tiempo en la cabeza. Algo había, tampoco le daba mucha importancia, pero anoche me di cuenta qué era. Necesitaba coger. Nada nuevo realmente. Pero coger de esa manera en donde sabes que la otra persona está esperando que la abuses, que pruebes cosas con su cuerpo, que hagas de ella lo que quieras. Coger teniendo en cuenta que la otra persona sabe con quien está jugando. Coger y que no haya barreras. Con una mano sostener su pelo y con la otra, meterle un dedo en la concha y otro en el culo. Acostarme en la cama y decirle: mirate; mirate en el espejo (No, no era un hotel. Una de las paredes de mi habitación es de espejo. Enorme) la cara de puta de mierda que tenés. Mirate en el espejo y fijate como te entra la pija hasta el fondo. Sí... mirate como escupís, mirate como te dan arcadas.

Y ella gime con la pija en la boca. Ella gime cada vez que los dedos entran un poco más. Su boca y mis dedos, al unísono. Finalmente me pajea con las dos manos al mismo tiempo. Una sobre la otra, sobre mi pija. Mis dedos completamente dentro suyo. La locura y el placer terminan por viciarla. Acabo en su boca, ella traga.

Solo eso necesitaba. Y ella también.



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lunes, 16 de mayo de 2011

Para (des) vestirte hoy.

Entraron juntas. B. era una conocida mía, la otra solo la había visto en fotos. Nos saludamos y las invité a pasar. La oscuridad de la noche dejaba ver con sumo cuidado la piel blanca de las largas piernas que se mostraban, por debajo de la corta pollera de la nueva figura para mis ojos. B. vestía un jean muy ajustado y una camisa de algunos botones abiertos, tal vez desprendidos. ¿El resultado final? Contornos marcados, vívidos y enfocados de dos cuerpos en la tenue luz roja de una lámpara de lava de mi habitación.

B. y yo conversabamos. No hace mucho que nos habíamos visto por ultima vez en una reunión grupal y la cosa había estado algo tensa. Ella me había comentado semanas atrás, que tenía muchas ganas de presentarme a su amiga.

Me acomodé en un bajo sillón mientras D. se paraba frente a la colección de dvds y cds de música. Cuidadosamente se arqueó hacia adelante, para elegir la banda de sonido de nuestro encuentro. Su corta pollera se levantó lo suficiente, como para así, darme una precisa fotografía de su culo y su rosada concha perfectamente depilada. En el medio, una tanga negra decorando como una cereza en la taza, la imagen ante mí.

B. miraba con atención la escena; parada, relajada, apoyada sobre una columna. Por unos segundos se dedicó a observar mi reacción. Como si simplemente quisiera observar mi conducta ante lo que D. estaba haciendo. Mi respiración se agitaba a cada instante en tanto ese cuadro permanecía. Ella podía notar esto, podía sentir su mirada sobre mí, podía sentir como me penetraba. Podía sentir como me desvestía a la distancia.

Escuché difusamente la voz de D. que parecía haber tomado una decisión. No podía dejar de sostener esa mirada que tenía encima. Se acercó y abriendo las piernas se sentó sobre mí. Pude ver de cerca esa mirada llena de deseo. Dos ojos negros de los que jamás había dado cuenta. Nos besamos. Mi pija se endurecia y ella se percataba de esto. La voz de D. volvió a resonar esta vez con más fuerza, pude oírla en tanto el beso seguía unido por nuestros labios húmedos.

"Entonces ahora vamos a fumar esas flores que prometiste, ¿No B.?” fue todo lo que atinó a decir D. imperativamente. Las dos miradas se posaron en mí. La música comenzó a sonar. El lado oscuro de la luna, se hizo presente una noche en esa oscura habitación.



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lunes, 25 de abril de 2011

Recordatorio.

Si al pajearte y acabar, el espacio y la energía que ocupaba en tu mente cada potencial garche, se transforma en un hueco vacío y en blanco, sin lugar a dudas estás en el camino; en el lugar y el momento indicado; preciso, perfecto, incomparable.

Hoy una vez más confío en vos. ¿Confías en mí?

let go.



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jueves, 10 de marzo de 2011

El plástico de tu perfume.

Teníamos todo preparado. Yo, la mordaza para su boca, pañuelo para sus ojos y muchas ideas en mente. Ella, su perfume y toda su ropa interior elegida para mí. En el día pactado, la naturaleza no le permite a ella concretar todo lo pensado y tenemos que dejarlo para seis días después. Me parecía demasiada pausa para tanta energía acumulada por lo que la invité a cenar y a ver una película a mi casa.

Comenzamos a hablar de cine. Charla que derivó en una charla sobre cine porno, que terminó derivando finalmente en una conversación sobre salas de cine continuado. Me cuenta que ella conoce una allá por microcentro y nos ponemos a investigar un poco al respecto. Comenzamos a leer unos relatos de personas y sus experiencias en ese lugar. Para el rato posterior a la lectura ya estábamos en una temperatura ambiente. Como los chicos buenos respetamos la naturaleza, implícitamente sabíamos que nada pasaría esa noche. O casi nada.

Nos recostamos juntos; la charla fluía y continuaba. Nos acomodamos cerca y como quien no quiere la cosa, nos besamos. Besos superficiales, nada profundos. Besos superficiales que nos mantenían lo suficientemente calientes como para comenzar a fregarnos con la ropa aún puesta, pero no como para arrancárnosla. Sobre ella estaba mientras nos mirábamos de tanto en tanto con esos ojos profundos en lujuria y deseo incontenible. Mi lengua recorriendo de tanto en cuanto sus comisuras, luego su cuello para acabar en sus clavículas y hombros.

La cosa parecía no detenerse a pesar de la privación que nos habíamos impuesto en primera instancia debido a la situación. Al ir cada vez un poco más, me pidió que me detenga pero lo único que consiguió es que agarre sus brazos dejándola inmóvil. Pareció ser una buena idea ya que fue ella quien ahora se movía y con su cuerpo me exigía más fuerza, más profundidad en los movimientos.

Sus ojos se perdían cada vez más en algún punto fijo del espacio, sin tiempo ni lugar. Ahora ella estaba sobre mí; me sentía, me miraba, me palpaba, me montaba. Mi ropa se desvaneció sin consuelo en sus manos y pronto quedé desnudo, paralizado ante esa voluntad perversa, expuesta en sus ojos. Me miró por unos momentos de arriba a abajo hasta detener su mirada en mi órgano, tieso, dispuesto y expectante.

Me pajeaba suavemente mientras con sus labios y lengua hacía círculos en la cabeza. Su actitud llamó mi atención. Una sensación de control y sumición es lo que sentía. Chupaba como si constantemente esperara a que yo tomase el control de la misma situación que ella controlaba a su placer. No podía resistirse a entregarse y ser dominada. Pobre, realmente no sabía donde se metía.

Comencé por recoger su pelo suavemente. Si hay algo que realmente me desvive es ver como mi pija entra y sale de la boca, como se va cubriendo hasta entrar hasta el fondo, deslizándose por los labios y la lengua. Tomé de su pelo y de a poco iba induciéndola hacía las cosas que yo quería que haga a mí propia manera. Sus brazos se apoyaron en la cama, quedando solo su cuerpo pegado al mío a través de su boca en mí; la señal de entrega a mi deseo. Un placer...

Ajustando la firmeza de mi mano en su pelo, la hice para atrás. Mirarla y decirle que quería que me pajeara y me mirara a los ojos fue lo que hice casi intuitivamente. Ella flotaba en su mundo mientras la música sonaba. En tanto desviaba su mirada de mis ojos, no haciéndome caso, sujetaba con más fuerza su pelo:

"Más fuerte y no dejes de mirarme a los ojos, te dije".

Se sentía muy bien sus ojos en los míos, a pesar de no devolverle la mirada. En cada palabra en donde le pedía que lo haga más fuerte, un tirón en su pelo aumentaba la presión. Ella gemía en esa mezcla de placer y dolor. Más fuerte sus movimientos, más fuerte los míos. Podía sentir como sufría y disfrutaba mi presión. Terminó por darse cuenta que hasta que no terminase, no iba a soltarla y por cada cambio que ella aplicara, lo haría yo también. Sujetados por una mano en el cuerpo del otro, terminó todo. La solté al acabar y me dejé caer. Me relajé y sentí como ella no solo no podía hacer lo mismo, sino como sus ojos se tornaban y se llenaba de un sentimiento profundo de perversión.

"Creo que tus ojos quieren decirme algo..." atiné a decirle.
Su respuesta concluyó afirmando lo que creía: "Cuando mis ojos toman esta forma, es porque solo puedo pensar en algo sádico".

Hice caso omiso a la respuesta y cerré los ojos, dejándome ir.
No logro recordar y dilucidar lo que pasó luego. Pero lo que sí puedo imaginar con frescura y precisión es lo que será verla de nuevo.



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martes, 22 de febrero de 2011

Exaltación, vorágine y necesidad.

Lo dije, lo digo y lo diré: la necesidad sexual de uno es directamente proporcional a la cantidad de sexo que uno tiene. Si el tiempo pasó, el agua pasó por debajo del puente por largo tiempo, uno se asienta, se estanca y la necesidad mengua; uno se olvida y se acostumbra a simplemente no hacerlo. Ahora, si la frecuencia de tener sexo es elevada, la necesidad se vuelve mucho mayor. Coges seguido, con fluidez, entonces de manera frecuente vas a tener las ganas, la energía, el entusiasmo y la necesidad de coger aún más. He dicho.

Cómo decía: ahora mis ganas de coger animalmente durante días enteros son elevadas, elevadísimas. ¿A alguien le sucede lo mismo? ¿Alguien en la misma situación?



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lunes, 21 de febrero de 2011

No podes decir que no te lo advertí.

¿Cómo se conocía la gente en un pasado lejano? ¿Cómo hace la gente que no quiere recurrir a esta red enorme infinita llamada “Internet”? Todo había de ser mucho más estático. Digo, si no vivías en una gran ciudad donde la población podía ser lo suficientemente grande como para que no te aburras, estabas condenado a la repetición en los rostros, al aburrimiento de los mismos sonidos. Hoy y hace unos quince años, Internet le abre la puerta a una nueva alternativa, ¿Verdad?

Bueno, no es nada nuevo esto que hablo, eso ya lo sé. Pero mi punto de comparación en realidad iba un poco más allá en este caso. Fijate, si antes ibas a un boliche y conocías a una persona ¿Qué pasaba? Ok, primero te entra por los ojos: “Que buena está esa mina” pensaba él. “Que fuerte está ese chabon” pensaba ella. Se conocían, se gustaban, de ultima se daban y ya. Después se volvían a ver y cuando él le preguntaba a ella qué música le gustaba, que cosas en la vida le generaban inspiración, que cosas le quitaban el aire, ella le decía que en sus tiempos libres ponía la radio y cantaba “Eres azúcar amargo” a todo lo que da y también le contaba con fervor como pasaba tardes juntando billetes de dos pesos para el juego de Julián Weich y tomando mate con la Pocha en la otra cuadra de ese barrio en Morón y cuando ella lo invita a él a su casa, él entra y ve colgado en su habitación todos los pósters de Chayanne, Ale Sans. Entonces nuestro protagonista agarraba y decía… “Ah… mira vos que lindo todo esto…” y por dentro se queda pensando que mejor se guarda su próxima pregunta. Que tal vez meterse en “Interpretaciones sobre letras de Luis Alberto Spinetta” no era un buen tópico de conversación.

Hoy en día encontrar, no te digo tu media naranja, pero tu cuartito de ciruelas, puede ser más fácil. Internet da lugar a todos los temas existentes en el mundo. Podes entrar a un foro sobre fanáticos de Sofovich, podes entrar a una página de adictos a las pasas de uva, realmente podes encontrarte con la gente con la que compartís gustos y todo lo que quieras. Podes evitarte el chasco de conocer a alguien y tener nulas similitudes. Hoy en día podes darte el lujo de filtrar el enfoque y poner el ojo donde más lo sientas.

¿A qué viene todo esto? Es una buena pregunta para hacer en este momento aunque no tengo la respuesta de todas maneras. Pero de lo que quería hablar era de un ejemplo: Si entraste una vez a mi blog y luego volves a entrar es porque te gustó, ¿No? Entonces ni hablar del caso de si me hablas, me escribís o en el mejor de los casos me mandas un mensaje, mail, lo que sea, voy a por lo menos darme una idea de que te tomas tú tiempo, que le dedicas un buen rato de tu día a pensar en sexo o las ganas de tenerlo. Imaginate que la mina escribe su blog de sexo. Ella habla de cómo se cansó de coger con su chongo #782, vos le mandas un mail, pegas la mejor onda con la mina. La invitas a tu casa, la mina suda lujuria. Te pregunta cual es tu habitación y al entrar se recuesta sobre la cama, te mira, te invita a acompañarla y ante sus ojos impresos de deseo, le preguntas si tiene ganas de conocer la habitación de tu hermanita. Ok, algo no está funcionando. ¿Qué quiero decir con esto? Que obviando este ejemplo, y en la mayoría de los casos, uno se hace una mínima idea de lo que puede esperar, dependiendo cual fue el filtro, según donde encontraste a esa persona.

Bueno, que sé yo. Solo tenía ganas de hablar de esto.



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miércoles, 5 de enero de 2011

Macro porno intenso.

A medida que pasa el tiempo, esa sed no se detiene. En vez de menguar tanta vorágine, tanta adicción por nuestra piel, nos volvemos más íntimos, más necesitados. Cuento los días para cerrar la puerta de ese departamento y contra la pared sumergirte en mi más perverso deseo. Cuento los días para desnudarte, para que me pongas ese culo hermoso y bien parado en la cara para que te lo chupe.

La semana pasada finalmente hicimos lo que tanto quería. Primero nos besamos. Suave, lento, un beso pasado en erotismo. Me palpaste sobre el pantalón y diste el primer golpe.

Sabes que tus besos me ponen así. Tus besos son como un interruptor: encendido, apagado. Te arrodillaste y me sacaste la ropa, arrancaste el bóxer y me miraste desde ahí. A puño cerrado la tomaste en tu mano derecha y colocándote bien por debajo, pasaste la lengua desde mis huevos hasta la punta de mi pija para terminar metiéndotela en la boca. Así fue como empezó todo. Me pajeabas y te dedicabas a oírme. Sé cómo te pone eso.

Acelerabas y me aceleraba. “Ni se te ocurra acabar, hijo de puta”, dijiste mirándome a la cara desfigurada. Te ayudé a reincorporarte. Arrodillado te saqué la ropa prenda por prenda. Amo jugar desde ahí con tus labios bien hinchados. Con las dos manos me agarrabas bien fuerte del pelo. A veces me tiras para atrás solo para verme a los ojos algo desorbitados y ver tus jugos que saboreo en mis labios, pero luego me sometes de nuevo y yo incursiono nuevamente en tu concha tan delicada.

Si existen paisajes que logran colmar de lleno mi mirada, sin duda uno de ellos es aquel que tenía enfrente. Desde abajo podía ver el recorrido entero de tu cuerpo. Paseando por tu vientre, atravesando mis ojos entre tus tetas, para llegar a tu mirada que habitaba una galaxia lejana. Me tirabas del pelo y yo me dejaba. Introduje dos dedos que rápidamente se sumergieron en tu sexo, tu placer. Aumentamos la velocidad y el vortex cada vez iba más rápido. Acabaste en mi boca.

Ahí estabas ahora. Contra la pared dándome la espalda. En primer plano, esa piel tersa, ese culo que me desvive y justo sobre él, un tatuaje que coqueteaba con mis ojos perplejos. Vos, yo, nuestra desnudez y la mesada de tu cocina en donde esta vez, apoyabas las manos firmes, invitándome.

Reclinado sobre tu cuerpo, te tomé del culo y jugué con mi pija en la puerta de tu humedad. Dura, tiesa, se deslizaba hasta hacerte tope. Un suspiro al aire que llenó ese luminoso departamento tuyo y mis manos que se escurrían entre tu cintura para terminar agarrando tus tetas con firmeza. Estábamos bien dispuestos; mi pecho fusionado con tu espalda y mi cintura danzando una y otra vez contra tu cuerpo inmóvil. Una, dos, tres veces, cientos. Tus gritos comenzaron a llenar mi cuerpo de energía en tanto mi pija te llenaba a vos de insana lujuria. El ruido seco de mi ser golpeando contra tu culo acompañó a los minutos que se recorrían lentamente.

Te diste vuelta y pude verte de frente. Una pendeja ansiosa de más, más de mí, ansiosa de algo que no sea un sueño o alguna distracción. Esta vez fui yo el que te pidió que apoyaras tus manos en la mesada pero esta vez para poder sentarte. Mientras te quejabas del frío mármol en tu culo, con unas mínimas puntas de pie, te penetré mirándote a los ojos. Primero tomándome de la cabeza, para luego bajar por mi espalda hasta apretarme bien fuerte las nalgas, me acercaste hacia vos todo lo que pudiste y así empezamos nuevamente.

Cogíamos sin reparo. De tanto en cuanto me separaba tan solo para apreciar tu cuerpo entregado a la situación, entregado a mi pija que no dejaba de entrar y salir. De tanto en cuanto, arremetía con suma violencia tan solo para oírte gritar como lo puta que sos cuando me sentís dentro tuyo. Acabé y todo acabó. Desplomados caímos y todo se detuvo.

Transpirados nos abrazamos pensando solo en una cosa: Todos somos adictos a estos juegos de artificio.



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Nuevo año... si.

Nueva apariencia... si.

Pero aparentemente seguimos siendo los mismos.

lunes, 3 de enero de 2011

Encontrarte, encontrarme.

Desatar el nudo de la prohibición sabe a orgasmo, a placer encontrado. Te encontré donde menos creí hacerlo. La transgresión es tu arma principal, pero el doble filo te dejó dividida. Yo no pude unir esas dos partes, empero supe aprovecharme de la que solo quería completarme.

Si te digo que desde el primer momento no quise tenerte como nos tuvimos, sería mentirte, y ese no es mi estilo.
Luego de nuestros episodios, creí que hasta ahí había llegado mi acercamiento posible y tu deseo de que me acerque.
La chispa generada por tu cuerpo y el mío, por nuestras miradas, nuestros roces, fue solo la antesala del incendio que nos invadió.
Parecía no ser suficiente que el animal en vos deje la marca de sus dientes en mi, sentir esa energía encontrada era sentarse en la flor de loto. Darle a la realidad, el manifiesto de sentir mi pija dura apoyando tu culo, de tu cuerpo sujetándome para que el calor no se pierda en el vacío del espacio, fue sin duda una linda y fresca brisa para acallar algo de toda esa calentura evidente entre tanta gente.
Como te dije, como te susurré al oído, las ganas de recorrerte con mi lengua de punta a punta, eran abrumadoras pero lo que sin duda gatilló por completo mi imaginación, no fue tu cuerpo pidiéndome y seduciéndome a abordarlo, sino un beso robado entre tanta exposición pública. Nuestra relación prohibida sumisa en el borde del éxtasis daba un paso al frente. Vos dabas el primero, para yo acompañerte. (A pesar de que al final, termine recorriéndolo solo)

Yo viajaba sediento en un desierto y vos me seduciste con tu cuerpo de agua. Montaste mi cuerpo una tarde mientras te mirabas desnuda en el espejo. Galopabas y no entendías como podías sentirte tan elevada, pura y entregada sobre mi cuerpo, tan joven y renovado. En nuestro reflejo nos encontramos y decidiste acelerar el paso. A pesar de que no podía quitar la mirada de tu figura en el espejo, mi boca jugaba en tus pechos. Tu culo, la parábola perfecta. La formula igualada, sexo y pasión. Acabamos juntos.

Es una pena que la perfección no floreció en vos cuando miraste unos ojos que estaban preparados, predispuestos.
No florecimos los dos, pero yo lo hice.
La historia dió una vuelta al espiral. Si volveremos a recorrer su curvas ahora que danzamos niveles distintos, poco importa. Llegaste, sembraste enseñanzas desde tu ignorancia y el miedo te jugó una mala pasada. Todo terminó y comenzó transformado. ¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido? Te agradecería si hubiese algo de mérito en tu conducta, pero no es el caso.

Una vidriera en exposición que necesitaba ser vista.
Yo venía pasando.
Que casualidad.



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