martes, 30 de marzo de 2010

No busques más en el umbral.

La ansiedad como sudor en tu piel,
respira.
Los talones se pisan y ella solo,
admira.

Miras atrás y el reloj no ayuda.
Miras adelante y el tiempo perdura.

La ceguera del sonámbulo,
jamás observó el canto de los mudos.
Atropellado creíste que podías la rueda girar,
feliz por último entendiste que solo quedaba observar.

La calesita dió su vuelta una vez más,
mientras los caballos su canción galoparon.
Sentados los barcos zarparon,
finalmente al destino del nunca jamás.



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lunes, 22 de marzo de 2010

Extraviada.

Aquel que la haya visto, avise por favor, estaremos muy agradecidos.


Todas aquellas que se sientan identificadas,
por favor presentarse en recepción.



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miércoles, 17 de marzo de 2010

Ya no soy mía, sino tuya II

En un principio todo parece una situación normal, típica. Ella se monta en mi pija, me cabalga y nos miramos. Los ojos se encuentran, se acompañan mientras la cara se nos desfigura. Pone mis manos sobre sus tetas y gime, me mira y gime. Cambiamos de posición y ahora ella está tumbada. El peso de mi cuerpo cae sobre sus pechos y me agarra el culo para hacer mayor presión.

La pongo en cuatro y a partir de allí, las cosas empiezan a tomar otro rumbo. A nuestro lado, esa bolsa incógnita con aquellos juguetes que a menudo solemos frecuentar. Le tapo los ojos con un pañuelo negro y la agarro de los pelos. Sabiendo lo que le espera, abre la boca y mi pija entra como por invitación. La agarra fuerte y empieza a chupar, suave pero profundo. Siento como la punta le llega hasta la garganta hasta casi darle arcadas. Me gusta atorarla y a ella le gusta atorarse. Escupe y sigue a un buen ritmo. Sin lugar a dudas es buena en lo que hace, y más cuando está completamente sumisa.

Nos detenemos. La siento en la cama. Se la nota ansiosa e inquieta. El no poder ver absolutamente nada, produce ese efecto en ella. Esta vez las palabras son las mudas y suavemente le coloco la mordaza que una vez me mostró en su casa con tanto deseo. Se la ato detrás de la cabeza, algo fuerte, podría decirse. Realmente no quiero que emita una palabra. Y con los ojos vendados y una bola en su boca, la pongo en cuatro una vez más.

Sus piernas se abren lentamente dejando a mi lengua recorrer desde la punta de su clítoris hasta el agujero de su culo y ahí me detengo. La escupo y sigo chupando, succionando. Ella exhala unos ruidos algo distorsionados, mezclas de gemidos e intentos de palabras, hago caso omiso a eso realmente.

Recorro su culo ya muy mojado. La escupo una vez más y deslizo suavemente dos dedos. Empiezo a pajearle el culo y ella grita, o eso creo que hace. Un dedo entra en su concha y pajeo sus dos agujeros. Me pregunto si en esos gritos me estaría pidiendo que pare. Conociéndola y sabiendo lo puta que es y como le gusta que la violen así, me imagino que estaba pidiéndome aún más. Y eso hago entonces.

Agarrando los dos consoladores que quedaban en la bolsa, me detengo. Uno es articulado, rosa y muy simpático. Largo, gordo, muy cómodo. El otro; no mucho más pequeño, pero doble. Consolador y expansor. ¿Cual sería el primero? Opto por la segunda opción.

Separo sus piernas y sin preámbulos, introduzco en su culo el consolador más chico. Su agujero ya estaba algo dilatado así que asumo que no le abra dolido mucho. La escupo y la sigo pajeando. A esta altura sus brazos ya están sosteniendo la almohada que tenia pegada a la cara. Se ve tan hermosa con los ojos vendados y con semejante impedimento del habla.

El nivel de perversión de la situación supera mis expectativas. Me redescubro a mi mismo en cada nuevo instante. Cuanto más la veo así, más disfruto, cuanto menos puedo entender sus gritos, con más violencia la penetro. Con una mano pajeo su culo, y con la otra, la agarro del pelo para ver su expresión. O lo que queda de ella. Que placer.

No se si se notará, pero me gustan los límites. Digo, uno no suele conocerlos hasta que está ahí. Y sin lugar a dudas siempre se puede ir un poco más allá.

Dejándole el consolador metido, tomo el restante, el más prometedor. Aquel rosado, aquel de mayor tamaño, aquel que días atrás había pasado por mi cuerpo a su mando. Lo lamo y hasta hacer tope, lo hago entrar en su concha. Mi mano derecha masturba su culo, y la izquierda sostiene el consolador restante en su sexo. Alterno, enciendo uno y la pajeo con el otro. A veces simplemente me dedico a ver como los dos vibran dentro de ella.

El morbo de sentirla gastar todas sus fuerzas en sórdidos gritos alimenta mi perversión, mis ganas de seguir hasta el final. Con cada arremetida, nos corremos de la cama. Y con su cara al borde, a punto caer, es que la situación llega a su pináculo.
La violencia es extrema en este punto. No podía dejar de moverlos, entraban y salían. Los escupo y los vuelvo a meter. Su cuerpo tiembla, se retuerce, se contorsiona. Puedo sentir como mi cuerpo ya no me pertenece. Jamás me había sentido a mi mismo en un estado semejante. Desaforado de lujuria y perversión yacía. Y en un rapto de inconciencia, me detengo.

Ella cae, deslizándose hasta quedar en el suelo. Intenta reincorporarse pero el cuerpo no le responde. Se sienta. Prácticamente no puede respirar. Fatigada sería poco decir. Le quito el pañuelo y la mordaza. Su mirada está perdida en la nada. No me mira ni a mi ni algo puntual, simplemente perdida, ensimismada.

A lo lejos me la quedo mirando. Intentando acercar mi imaginación a la idea de un cuerpo que no puede hablar, que no ve, que no puede visualizar que le está sucediendo. Imaginar la expansión del resto de los sentidos a causa de esa privación.

Finalmente me acerco para volver a la cama y ella se pone de pie. Por primera vez me mira a los ojos. Se acerca, se para a mi lado y con una voz prácticamente imperceptible, pronuncia unas palabras que apenas puedo oír:

"Nunca creí que mi cuerpo sería capaz de soportar tanto placer al mismo tiempo. No sé con seguridad todo lo que en mí hiciste, pero jamás había vivido algo tan extremo”

Y finalmente termino por entender: jamás pidió que me detenga, siempre estuvo pidiendo por más.



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jueves, 11 de marzo de 2010

Ya no soy mía, sino tuya.


inhibir.

(Del lat. inhibēre).

1. tr. Impedir o reprimir el ejercicio de facultades o hábitos.

2. tr. Med. Suspender transitoriamente una función o actividad del organismo mediante la acción de un estímulo adecuado. U. t. c. prnl.

3. tr. p. us. Prohibir, estorbar, impedir. U. t. c. prnl.

4. prnl. Abstenerse, dejar de actuar.

5. prnl. Echarse fuera de un asunto o abstenerse de entrar en él o de tratarlo.


Sin lugar a dudas, en lo que a sexo respecta, es una palabra muy usual.
Como seres vivos con un nivel de conciencia elevado (en relación a otros, claramente) tenemos deseos, impulsos, lugares a donde nos gustaría llegar, lugares que por una razón u otra no queremos conocer jamás y entre tantos otros, lugares a donde jamás creímos que seriamos capaces de llegar.

Hasta que llegamos y nos redescubrimos...



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