jueves, 17 de octubre de 2013

Todo está pasando aquí y ahora.

Vuelvo a escribir después de muchísimos meses. Conforme más tiempo pasa, menos son las ganas o mas bien el motivo, o realmente no sé bien que, lo que disminuye. Me pareció propicio escribir en este instante mientras me pajeo: pantalón a medio bajar, la pija dura, mi mano que escribe escupida para volver a pajearme e interrumpir el relato.

Me saco una foto de mi pija y se la mando. Le hablo y le explico rápidamente como hoy en su casa voy a cogerla en cuatro. Ella me cuenta lo que le gusta que la domine y eso no es novedad, a todas las encanta que las dominen. Hablamos de desesperación y de aquella que dispara mi orgasmo en su boca cuanto mayor es el cúmulo de ese sentimiento.

Acelero el paso, las palabras se deslizan sobre la pantalla en tanto mi pija se pone tensa, erecta y muy húmeda. Miro unas fotos y recuerdo. Ella me decia pendejo, me lo recalcaba con cierto tono perverso sobre todo mientras le hacía el culo; está bien, yo era un pendejo y ella ya madre divorciada. Así prácticamente nos conocimos, con mi pija en su culo a los cuarenta minutos de conocernos.

Ella también tenía su blog. Eso creo que potenció el encuentro y neutralizó toda posible primera impresión temerosa. Íbamos a hacer un picnic en el río mientras su hijo estaba con el padre ya divorciado, y como el día estaba lluvioso, al poco rato de recién encontrados, le estaba llenando el culo de leche en el sillón de su living... me parece justo.

Esa es una característica muy peculiar del sexo, de la masturbación, de la calentura: está la fantasía en el futuro, pero también la está en el pasado. Esas fotos cogiendo, esa foto con tu cara deformada mientras mi pija te hace tope, esa foto en el espejo con la autopista de tu cuerpo contorneado, distendido y relajado, motivos más que suficientes para acabar en este preciso instante, llenarme la mano de leche, y darle punto final a este texto de aquí y ahora.



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jueves, 10 de enero de 2013

Total interferencia.

Es en los momentos de duros contrastes donde muchas veces encontramos esa intensidad que nos vuelve locos. Es esa intensidad que una vez fue nueva, y ahora ya conocemos e inconscientemente anhelamos. Esa es la que nos mueve a buscar extremos, diferencias pronunciadas. Está en nuestra naturaleza.

"Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse."

Entonces estoy vuelto de un viaje, ¿Si? Habiendo estado un tiempo considerable sin tener relaciones, semanas sin siquiera masturbarme. Sucede que al momento de estar trabajando con la pc, inocentemente y sin ningún tipo de intención, por esas cosas tecnológicamente improbables, me topo con esta carpeta, con estas imágenes.

En la que podríamos llamar la foto 'más leve', te estás refregando mi pija en la cara, en cuatro. Estás con los ojos cerrados y la boca abierta, te ves muy bien por cierto. Bastó observarme de afuera hacia adentro unos instantes para darme cuenta de la nueva situación producida. Había quedado de alguna manera, lo que podríamos llamar 'fuera de órbita'. Miraba esas imágenes de manera fugaz, rápida y atenta. En cuestión de segundos la erección era total. Las imágenes se sucedían una tras otra. Con mi pija en la boca, y los ojos llenos de inocencia; con mi pija atragantándose, con mi pija en sus manos, con mi pija en su concha. En otras palabras, ella y mi pija. Por todos lados.

Tuve que apagar todo e irme a la cama.
A pajearme, por supuesto.



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domingo, 6 de enero de 2013

Lección oral.

Como tantas otras veces llegaste a la ciudad y todo fue raro, tantos años, tantas historias. Cuando tus viajes tienen como escala Buenos Aires, no dudas en hacérmelo saber. A veces solo salimos a tomar algo, a veces es una charla breve en algún lugar desconocido. Esta vez pasaste por mi casa y como siempre al principio estabas rara, ajena. Verme relajado y bien dispuesto, te calmó.

Luego de mucha charla y esa reiterada necesidad de volvernos a reconocer en cada encuentro, te quise besar y no me dejaste. Te abracé y te dejaste. Contorneé tu piel con mis dedos, te volviste a dejar. Ahora ya no eras vos la tensa sino tu piel. Dentro de tu pantalón mi mano te recordaba, un suspiro perdido por ahí.

A pesar de mi calentura y como es de costumbre, fuiste la agasajada. Vestido de pies a cabeza me arrodillé entre tus piernas delgadas y desnudas. Besé con mi lengua las comisuras de tus costillas, cada curva cada rincón. Pasé mis labios, mis dientes y mi saliva por tu pelvis hasta llegar a saborearte. Me agarraste del pelo con las dos manos; creo que querías de alguna manera conducirme, fallaste.

Esperé un rato hasta ver como te retorcías, recién en ese instante decidí que era momento de que acabaras. Con mi lengua viajando de tu sexo a tu clítoris, de tu clítoris a tu culo y de tu culo a tu sexo, es que te metí dos dedos. Presioné y gritaste. Presioné y gemiste. Preguntaste entre sonidos, suspiros y ruidos extraños, "¿Qué estás haciéndome?", no respondí. Unos segundos más fueron suficientes: volviste a preguntarlo y antes de terminar, acabaste una, dos veces, perpleja y confundida.

Sinceramente no esperaba jamás tener que enseñarle a una mujer donde está su propio punto g.



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