jueves, 10 de enero de 2013

Total interferencia.

Es en los momentos de duros contrastes donde muchas veces encontramos esa intensidad que nos vuelve locos. Es esa intensidad que una vez fue nueva, y ahora ya conocemos e inconscientemente anhelamos. Esa es la que nos mueve a buscar extremos, diferencias pronunciadas. Está en nuestra naturaleza.

"Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse."

Entonces estoy vuelto de un viaje, ¿Si? Habiendo estado un tiempo considerable sin tener relaciones, semanas sin siquiera masturbarme. Sucede que al momento de estar trabajando con la pc, inocentemente y sin ningún tipo de intención, por esas cosas tecnológicamente improbables, me topo con esta carpeta, con estas imágenes.

En la que podríamos llamar la foto 'más leve', te estás refregando mi pija en la cara, en cuatro. Estás con los ojos cerrados y la boca abierta, te ves muy bien por cierto. Bastó observarme de afuera hacia adentro unos instantes para darme cuenta de la nueva situación producida. Había quedado de alguna manera, lo que podríamos llamar 'fuera de órbita'. Miraba esas imágenes de manera fugaz, rápida y atenta. En cuestión de segundos la erección era total. Las imágenes se sucedían una tras otra. Con mi pija en la boca, y los ojos llenos de inocencia; con mi pija atragantándose, con mi pija en sus manos, con mi pija en su concha. En otras palabras, ella y mi pija. Por todos lados.

Tuve que apagar todo e irme a la cama.
A pajearme, por supuesto.



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domingo, 6 de enero de 2013

Lección oral.

Como tantas otras veces llegaste a la ciudad y todo fue raro, tantos años, tantas historias. Cuando tus viajes tienen como escala Buenos Aires, no dudas en hacérmelo saber. A veces solo salimos a tomar algo, a veces es una charla breve en algún lugar desconocido. Esta vez pasaste por mi casa y como siempre al principio estabas rara, ajena. Verme relajado y bien dispuesto, te calmó.

Luego de mucha charla y esa reiterada necesidad de volvernos a reconocer en cada encuentro, te quise besar y no me dejaste. Te abracé y te dejaste. Contorneé tu piel con mis dedos, te volviste a dejar. Ahora ya no eras vos la tensa sino tu piel. Dentro de tu pantalón mi mano te recordaba, un suspiro perdido por ahí.

A pesar de mi calentura y como es de costumbre, fuiste la agasajada. Vestido de pies a cabeza me arrodillé entre tus piernas delgadas y desnudas. Besé con mi lengua las comisuras de tus costillas, cada curva cada rincón. Pasé mis labios, mis dientes y mi saliva por tu pelvis hasta llegar a saborearte. Me agarraste del pelo con las dos manos; creo que querías de alguna manera conducirme, fallaste.

Esperé un rato hasta ver como te retorcías, recién en ese instante decidí que era momento de que acabaras. Con mi lengua viajando de tu sexo a tu clítoris, de tu clítoris a tu culo y de tu culo a tu sexo, es que te metí dos dedos. Presioné y gritaste. Presioné y gemiste. Preguntaste entre sonidos, suspiros y ruidos extraños, "¿Qué estás haciéndome?", no respondí. Unos segundos más fueron suficientes: volviste a preguntarlo y antes de terminar, acabaste una, dos veces, perpleja y confundida.

Sinceramente no esperaba jamás tener que enseñarle a una mujer donde está su propio punto g.



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