lunes, 16 de mayo de 2011

Para (des) vestirte hoy.

Entraron juntas. B. era una conocida mía, la otra solo la había visto en fotos. Nos saludamos y las invité a pasar. La oscuridad de la noche dejaba ver con sumo cuidado la piel blanca de las largas piernas que se mostraban, por debajo de la corta pollera de la nueva figura para mis ojos. B. vestía un jean muy ajustado y una camisa de algunos botones abiertos, tal vez desprendidos. ¿El resultado final? Contornos marcados, vívidos y enfocados de dos cuerpos en la tenue luz roja de una lámpara de lava de mi habitación.

B. y yo conversabamos. No hace mucho que nos habíamos visto por ultima vez en una reunión grupal y la cosa había estado algo tensa. Ella me había comentado semanas atrás, que tenía muchas ganas de presentarme a su amiga.

Me acomodé en un bajo sillón mientras D. se paraba frente a la colección de dvds y cds de música. Cuidadosamente se arqueó hacia adelante, para elegir la banda de sonido de nuestro encuentro. Su corta pollera se levantó lo suficiente, como para así, darme una precisa fotografía de su culo y su rosada concha perfectamente depilada. En el medio, una tanga negra decorando como una cereza en la taza, la imagen ante mí.

B. miraba con atención la escena; parada, relajada, apoyada sobre una columna. Por unos segundos se dedicó a observar mi reacción. Como si simplemente quisiera observar mi conducta ante lo que D. estaba haciendo. Mi respiración se agitaba a cada instante en tanto ese cuadro permanecía. Ella podía notar esto, podía sentir su mirada sobre mí, podía sentir como me penetraba. Podía sentir como me desvestía a la distancia.

Escuché difusamente la voz de D. que parecía haber tomado una decisión. No podía dejar de sostener esa mirada que tenía encima. Se acercó y abriendo las piernas se sentó sobre mí. Pude ver de cerca esa mirada llena de deseo. Dos ojos negros de los que jamás había dado cuenta. Nos besamos. Mi pija se endurecia y ella se percataba de esto. La voz de D. volvió a resonar esta vez con más fuerza, pude oírla en tanto el beso seguía unido por nuestros labios húmedos.

"Entonces ahora vamos a fumar esas flores que prometiste, ¿No B.?” fue todo lo que atinó a decir D. imperativamente. Las dos miradas se posaron en mí. La música comenzó a sonar. El lado oscuro de la luna, se hizo presente una noche en esa oscura habitación.



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