domingo, 15 de enero de 2012

Alerta soñada.

En el sueño parecía ser la novia de alguien ó yo tenía esa sensación, a esta altura realmente carece de importancia. Cuando todos se van, quedamos de frente, pegados. Nos miramos a los ojos, le corro un mechón amarillo de la cara e inmediatamente me arrodillo ante ella y su pollera blanca de manchas negras, creo. No lo recuerdo, los sueños son difusos en mi mente.

Tampoco recuerdo haberle bajado la bombacha, o la tanga o lo que sea. Solo recuerdo que paso siguiente a ese, mi boca estaba lentamente apoyándose en la puerta de su concha. Mis labios sobre los suyos y mi lengua deslizándose por su clítoris, por todo su sexo.

Suavidad y humedad. Ella me agarra del pelo en tanto gime con delicadeza y así nos mantenemos. Mis manos recorren sus piernas de los tobillos a la cintura. La sostengo con firmeza mientras mis manos de tanto en tanto, acarician su culo. La rubia que sinceramente, no tengo ni la menor idea quien es ó de donde salió, sigue ahí, en mi sueño, y yo quiero a la pelirroja que no deja de jugar con su pelo.

Tal vez ella es en mi sueño, la pelirroja. Tendría todo el sentido realmente: no sé casi nada de ella, no sé cómo se ve desnuda, como gime en mi oído o como es la perfecta imagen de ella chupándome la pija.

Tal vez es eso, podría ser. La manifestación explícita del deseo. De no saber nada y de querer saberlo todo.

Querer saberlo todo.



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domingo, 1 de enero de 2012

Imágenes.

Sí, mirá, yo te cuento. Es así:

Todas las mañanas me suelo levantar con la pija dura. Pero lo que sucede ahora, es que frente a este evento matutino tan conmovedor del cual agradezco a la infinita divinidad por tanta salud, lo único que puedo hacer es pajearme. Masturbarme entre sueños; despabilar mi día con la llegada del sol que no acarrea menos que la llegada del primer orgasmo de mi día.

Y acá viene lo oportunamente trascendente: sos vos. Sos vos la musa de mi alba en cada mañana. El disparador más inmediato de mi mente cuando el derrame de líbido me ahoga hasta paralizarme. Sos vos y es tu espalda, tersa y suave, perfecta como mil montañas, la que resplandece visualmente mi imaginación.

Me devora tu silueta en mi recuerdo. Tus curvas perfectas, tus piernas y ese culo. Muchas veces te lo decía cuando terminábamos de coger. Te parabas, caminabas unos pasos desnuda. Sin duda el mejor momento para observar tu esplendor; una perspectiva de suma idolatría ante mis ojos, verte parada dándome la espalda.

En ocasiones, ese era motivo suficiente para desesperarme. Sin dejarte ir, no podía evitar ponerte en cuatro sobre la cama, para chuparte la concha y el culo como un animal. Y sé que te fascinaba hacerlo. Nada me volvía más loco que sentirte acabarme en la boca al jugar con mi boca en tu sexo: saborear tu orgasmo.

En mi recuerdo domina el peso de tus ojos, de tu cuerpo sobre el mío, siempre pretendiendo acallar esa sed de mil ninfas. En mi recuerdo es tu boca la que revuelve lo más impuro de mi perversión. Es tu boca y son tus manos también, aquellas capaces de desatar una tormenta en mi cuerpo. Lo hicieron ayer, y hoy, ya transformadas, lo siguen haciendo.

Y es tan feo, ¿Sabes? No poder decirte todo lo que me pasa, como supimos hacerlo tantas veces. Tus manos temblaban y tus piernas flaqueaban cuando en tu oído resonaban mis palabras. Te enardecías, por dentro y por fuera. Creo que tu calentura seguiría atravesando el cosmos hasta evaporar la propia humedad entre tus piernas al leerme en tu teléfono, dictándote lo que me sucede hoy, cada mañana, con vos.

Me levanto en la mañana y me apena un poco a veces. Pero está bien.


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